La eterna reinvención de las sitcom, un género inmortal


Están Platón, Aristóteles y luego Phoebe, a la altura de los filósofos sofistas en eso de soltar, como quien respira, frases lapidarias. Por ejemplo: «Cuando entre, haced que os reís de algo supergracioso que he dicho». Igual que su ligue fingía no darse cuenta de la escena, el público hacía lo propio con Monica y Chandler y Ross y Rachel porque sabía que, daba igual cuántas temporadas de ‘Buddies’ hicieran falta, terminarían juntos. Porque una sitcom, casi por contrato, tiene que tener un closing feliz. Aunque sus personajes lo pasen mal, atraviesan de puntillas los problemas, los resuelven de la manera más informal. O se ríen de ellos. Decía Chandler, el personaje del recientemente fallecido Matthew Perry, que hacía chistes cuando estaba incómodo. Y el público se divertía con esa forma tan creativa de protegerse de todo. «No creo que ninguna sitcom que esté bien escrita funcione solo a base de ‘gags’, porque si no sería una sucesión de ‘sketches’. En ‘Buddies’, como en ‘The Workplace’ o en ‘Malcom within the center’, hay conflicto, y en sus tramas los personajes sufren. De hecho, cuanto más sufren, mejor. Sea una sitcom o una comedia dramática, la intención narrativa tiene que estar ahí porque si no, no hay historia», asegura Jelen Morales, guionista de comedias míticas como ‘7 vidas’ o ‘Aída’.

Pasan los años y la gente sigue volviendo a ‘Buddies’ como quien se reencuentra con un viejo amigo porque, más allá de la ropa, las risas enlatadas o alguna broma que no toleraría la corrección política, su calidez, su cercanía, siguen intactas. Es un lugar feliz, como el escenario fijo de sus pisos o Central Perk. No caduca porque hablan de la vida, igual que sus bromas siguen teniendo gracia porque son universales. Y, por si fuera poco, dura veinte minutos.

Los problemas crecen

Las sitcoms clásicas han muerto; larga vida a las sitcom. Pasa el tiempo y muta el género, aunque las comedias tradicionales siguen siendo un refugio a medida de nostálgicos gracias al ‘streaming’. Cambia el formato, la duración y, por supuesto, la narrativa y el tono. Los problemas crecen y evolucionan, como los cánones del género, que se retuercen, se fusionan, se hibridan: con tanta oferta en tanta plataforma, se exploran combinaciones cada vez más arriesgadas, desde mezclar la comedia con la resolución de crímenes a encontrar el humor en el falso documental como hace ‘The Workplace’, algo que da lugar a escenas irrepetibles como Dwigth mirando a cámara y haciendo cómplice al espectador de la venganza que le ha preparado a sus compañeros por no atender durante un curso de prevención de incendios. «La sitcom es consustancial a su tiempo. Contemporánea y crítica con lo que le rodea. O debería», reflexiona Morales. Y como siempre hay un verso suelto, por aquello de confirmar la norma, a veces surge un ‘Seinfeld’ que experimenta con el tiempo en los noventa y hace todo un episodio al revés.

Podría decirse que la evolución de las sitcom se mide en función de lo gastado que está el sofá, pero sería más cierto hacerlo según quién se siente en él. Y, desde el principio, el núcleo fundacional de las comedias de situación ha gravitado en torno a la familia. Una familia que no ha parado de reinventarse una y otra vez a lo largo de los años, de la convencional de ‘La tribu de los Brady’ a la crítica mordaz de ‘Matrimonio con hijos’, hasta contorsionarse del todo y centrarse en un nuevo sujeto, el de la familia que se elige, los amigos, cuyas idas y venidas nutren ‘Buddies’, ‘Cómo conocí a vuestra madre’ o ‘The Large Bang Principle’, convertido todo en una matrioska que termina, por poner un closing a un género que no muere sino que se adapta, en ‘Trendy Household’, que es una deconstrucción de la sitcom acquainted clásica.

Todo va y vuelve como un péndulo, de ahí que no extrañe el regreso, ya entrado en años, del terapeuta radiofónico ‘Frasier’ (SkyShowtime). Siguen estrenándose comedias de corte clásico como la protagonizada por Kelsey Grammer, la lista es larga y no hay que irse lejos para encontrar alguna (‘Poquita fe’), pero han su esencia es otra. Porque, por el camino no solo se ha perdido la familia o el cardado sino la experiencia en comunidad, el ritual colectivo de ver un capítulo cada semana y luego comentarlo en la oficina, en la comida acquainted o en el sofá con los amigos.



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